Eliminado en el campo y readmitido en los despachos, el Celtic hizo acto de presencia en el Calderón para reverdecer una vieja rivalidad, desempolvar las estanterías de la hemeroteca y explicar un duelo de tintes partisanos librado en 1974, una semifinal europea entre dos equipos que repartieron más patadas que pases.
Entonces ganó el Atlético porque batalló mejor; y anoche repitió triunfo porque, simplemente, es muy superior. No había ningún Jimmy Johnstone por el césped ni nadie que se acercara siquiera a su calidad, a su quiebro diabólico. El Celtic era una caricatura del que fue y el Atlético, con profundidad de banquillo y la hoja de ruta definida, que pasa por tocar el balón, resolvió el duelo de buenas a primeras, cuando apareció Falcao y su idilio con la competición europea...
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