Porque los frutos podridos no son él. Manzano, más cálido desde el diminutivo de Goyo y esas gafas que siempre suavizan un rostro, parece haber llegado al Vicente Calderón para cambiar las cosas, para crecer, para avanzar, para proponer y para sumar.
Porque un tipo que pretende jugar con un 4-3-3 en un club con la tradición de solar futbolístico que le acompaña en el siglo XXI supone tal relevancia, tal trascendencia, que es hasta emotivo, un no creer como para frotarse los ojos. Que aún no se haya marcado un gol en la Liga BBVA es, no obstante, culpa de otros. De los que dejaron en el palco aFalcao y Forlán contra Osasuna, en una estampa delirante pero tan profundamente arraigada en el ‘made in gilismo’ que ya ni sorprende, y de cierta dosis de infortunio en Mestalla.
Allí se perdió con arbitraje mediante incluido y generalmente silenciado mientras otros siguen, como siempre, campando a sus anchas. Alguien incluso podría mentar aquello de “y si no entra la pelotita, que baje el socio a…”. Pero no será el caso...
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